Recientemente Córdoba ha festejado el 30 aniversario de la declaración "Patrimonio de la Humanidad" de su Mezquita-Catedral, y entiéndase "festejado" como "ha pasado sin pena ni gloria" pues, como ha ocurrido en tantas ocasiones, no se le ha dado la suficiente difusión a este importante hito en la historia de la ciudad y ha dado la impresión de que fuera de ella eran más partícipes del acontecimiento que los propios cordobeses. No me resisto a puntualizar además que, a pesar de que yo misma denomino al edificio como "Mezquita-Catedral" (para ser políticamente correcta), la Unesco sólo concedió dicho título a la Mezquita, y explico ésto porque, para los desconocedores del tema, existe actualmente una gran polémica entorno a la titularidad del edificio, que la Iglesia reclama como suya con unos (todavía) oscuros procedimientos administrativos que esperemos pronto se expliquen en su totalidad a la ciudadanía.

Se me hace inevitable escribir sin dejar escapar mi descontento ante estos hechos, que fácilmente puede entreverse entre líneas, pero no debe tomarse como un ataque a la Iglesia sino, en todo caso, a algunos miembros de ella, aquellos que se creen con derecho de arrebatar a los ciudadanos su historia, transformándola a su antojo y en su propio beneficio, queriendo borrar un pasado que, para bien y para mal, es nuestro y, según la Unesco, de la humanidad. Ya está bien de querer ignorar nuestro legado islámico, ya está bien de tergiversar la historia y ya está bien de injusticia, ignorancia y, sobre todo, intolerancia. Menospreciando a la Mezquita también nos menosprecian a nosotros... yo también soy Mezquita!