
A pesar de que Jean Clair acota la
“responsabilidad del artista” al período de las vanguardias, la tardanza de
éstas en llegar a España hace que se pueda extender sus planteamientos al
trabajo del Equipo Crónica, como manifestación tardía del Pop, con
particularidades propias de la España franquista en el que se desarrolla. Para
Clair, el realismo nace como reacción a la vanguardia, y en el caso que nos
ocupa más concretamente como reacción al informalismo que, aunque no exento de
cierto contenido crítico, se presentaba totalmente críptico para la gran masa.
La intención de hacer llegar al pueblo su mensaje, hizo que Equipo Crónica
(cuyo germen estuvo en Estampa Popular)
usara imágenes de gran calado en la conciencia colectiva española formando
series temáticas que profundizaban en un tema. ¿Y qué hay más español que
Velázquez? Como dijo el historiador, crítico y director del Museo de Arte Reina
Sofía, Tomas Llorens: “Es innegable que
Velázquez representaba una especie de españolidad esencial –que evidentemente
formaba parte de la ideología del franquismo- (…), se trataba, de algún modo,
de arrancar del contexto de la ideología franquista ese mito de Velázquez”.
Y efectivamente nuestro Equipo Crónica lo arrancó de cuajo mediante la
reproducción de algunas de sus obras más importantes, de entre las que vamos a
entresacar a las Meninas por ser, quizás, la más emblemática de todas.
Del mismo modo que Andy Warhol
repetía incansable un motivo iconográfico, la reproducción a lo largo de
décadas del motivo de las Meninas ha hecho que el ojo del espectador se acostumbre
a verlas y haya perdido su fuerza primigenia, tanto desde el punto de vista
iconográfico como semántico. Podríamos decir que el paso del tiempo ha hecho
con las Meninas lo mismo que Warhol con sus Marilyns: ha perdido el “concepto de su autenticidad” y le falta
“el aquí y ahora de la obra de arte, su
existencia irrepetible”,
usando palabras de Benjamin. Pero eso es precisamente lo que pretendían Solbes
y Valdés, descontextualizarlas, arrancarlas de su aquí (una sala del Alcázar) y
ahora (el siglo XVII), para traerlas a un nuevo aquí y ahora adquiriendo con
ello una nueva significación. Las Meninas son ofrecidas a un nuevo espectador,
previamente pasadas por el filtro de una estética Pop que el Equipo Crónica
usaba con cierta ironía y humor, con objeto de hacer llegar sus obras a un
público amplio, de manera que “confiere
actualidad a lo reproducido al permitirle salir, desde su situación respectiva,
al encuentro de cada destinatario”.
Es curioso pensar que cuando Walter
Benjamin escribió La obra de arte en la
época de su reproductibilidad técnica, todavía no existía el Pop, de hecho
su ensayo versa principalmente sobre el cine y la fotografía, aunque en sus
primeras líneas habla sobre la litografía (que está en la base del Pop más
popular), con la que “la técnica de la
reproducción alcanza un grado fundamentalmente nuevo”.
¿Qué hubiera opinado Benjamin sobre esa peculiar forma de reproductibilidad que
fue el Pop Art? En primer lugar, para el crítico toda obra de arte es
susceptible de ser reproducida y al serlo se emancipa automáticamente,
constituyendo un ente en sí mismo. Al ver “La
salita” de Valdés y Solbes, no podría negar la ausencia de ese “aura” propia de las Meninas de
Velázquez, descrita por Benjamin como “manifestación
irrepetible de una lejanía”,
con lo que la obra cobra plena autonomía y al mismo tiempo desmitifica uno de
los emblemas usados por el franquismo.
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"La salita" (1970) |
La infanta
y su séquito han sido trasladados de escenario: el ambiente palaciego ha sido
sustituido por otro doméstico de estética setentera e intencionadamente Kitsch,
degradando en cierta manera el estatus de los personajes, que han pasado de
estar rodeados de obras de arte a estarlo ahora de otros objetos más cotidianos
y ordinarios, incluso aparecen una pelota y un flotador. Significativo es el
hecho también de que Velázquez no se representa pintando: ha desaparecido el
enorme lienzo de la obra primigenia y ha sido sustituida por una planta
decorativa, de manera que ya no se está haciendo referencia a un espacio de
creación. Por otro lado, Solbes y Valdés se autorretratan en el lugar de Dª
Marcela de Ulloa y D. Diego Ruíz de Azcona (responsables en gran medida de la
educación de la infanta) y parecen mimetizarse con el mismísimo Velázquez, a
través de su indumentaria y en el hecho de llevar unos cuadernos o libros en
sus manos. La aparente ingenuidad en la representación, con esos colores vivos
y alegres y esas tintas planas características de la estética Pop, estaba
orientada a atraer la atención del pueblo español, y como dice Benjamin: “La orientación de la realidad a las masas y
de éstas a la realidad es un proceso de alcance ilimitado tanto para el
pensamiento como para la contemplación”.
De esto debía ser consciente la censura franquista y, sin embargo, el Equipo
Crónica trabajó sin problemas ocultando en sus obras toda una crítica al
ambiente político y social del momento. O quizás, esa aparente ingenuidad
disfrazada de Velázquez, sirviera para pasar inadvertida por la censura pues,
de nuevo en palabras de Benjamin, “de lo
convencional se disfruta sin criticarlo y se critica con aversión lo
verdaderamente nuevo”.
Entonces
cabe preguntarse, ¿qué mensaje quieren transmitirnos Solbes y Valdés a través de
La salita? La salita bien podría
representar el escenario social y político de la España de los 60: la clase
dominante ya no está interesada en la cultura y se entretiene con banalidades
inútiles, mientras que la intelectualidad y la cultura se mantiene en un
segundo plano, simbolizada en las figuras de los artistas; el escenario que fue
de creación artística en el siglo XVII se ha convertido ahora en un escenario
de encuentro, de charla, de juegos, donde el afamado pintor ya no pinta, sólo
posa, y se ha suprimido incluso la presencia de los reyes, banalizando aún más
la escena. En esta ausencia también puede haber un mensaje; recordemos que
estamos en el contexto de la dictadura franquista, por lo que la figura
monárquica está relegada a un segundo plano en el ambiente político, aunque
aquí ni siquiera se representa en un segundo plano como en Las Meninas velazqueñas, simplemente no está. ¿Es una llamada de
atención a esa ausencia o una crítica a la misma?
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Fotografía de Paco Alberola sobre
la que basaron la obra
"El sublime acto de la creación"
|
Equipo Crónica merece un estudio más
pormenorizado, pero valga este ejercicio para evidenciar que, detrás de sus
obras, existe todo un discurso esperando ser descubierto una vez traspasado el
umbral de la estética.