En este blog aparecen algunas imágenes que encuentro por internet que,normalmente, son acompañadas del nombre de su creador. Sólo intento transmitir mi amor por el Arte, pero si alguien no quiere que aparezcan sus imágenes aquí sólo tiene que decírmelo e inmediatamente serán retiradas.

lunes, 2 de noviembre de 2009

REFLEXIÓN

Hay quien le llama miedo al folio en blanco, pero en realidad, detrás de esa frase que es un topicazo se esconde un miedo más profundo que supera la materialidad del soporte escogido y que poco tiene que ver con su palidez. No queramos engañarnos, tenemos miedo de nosotros mismos, de ver una parte de nuestra intimidad más íntima reducida a trazos de diversas formas y tamaños que han querido llamar letras, que nos limitan, que no llegan a abarcar nunca todo el significado que le queremos dar porque someten nuestra expresividad a la esclavitud de las reglas lingüísticas (al llegar a este punto, he detenido mi mano, con ella el bolígrafo y consecuentemente la sucesión de trazos de diversas formas y tamaños pero lo que no he podido detener han sido mis pensamientos). Entonces, ¿por qué estoy escribiendo? Ya se de antemano que lo que voy a escribir no va a satisfacer mi ansia de lo que verdaderamente necesito revelar e incluso es muy posible que cada una de las personas que lean esto descubran entre estas letras valores y significados con los que yo no contaba o he desechado confiriendo a este escrito un significado que no tiene. Esto me llena de una angustia que sólo puede entenderse sintiéndola en uno mismo, dejando que invada lentamente todo el cuerpo como si se tratase de cientos de agujas que dejan caer sobre ti y se van escurriendo lentamente por tu piel. De nuevo me doy cuenta que no hay palabras que puedan descubrir una sensación tan personal e intima y estoy a punto de dejarme vencer.
Espero no ser la única persona que haya tenido estos pensamientos, no quiero ser un bicho raro (aunque por otro lado, ¿qué hay de malo en ser un bicho raro?). Tampoco quiero ofender a tantos y tantos escritores que son alabados y admirados diciendo que sus escritos no son del todo fiables en cuanto a significación se refiere. En este momento se me ocurre pensar en otras manifestaciones de almas con inquietudes artísticas, considerando como artísticas aquellas que reflejan cualidades intrínsecas del sujeto creador, esto es, sentimientos, emociones, experiencias, sensaciones, impresiones, etc. Además del escritor que se enfrenta al folio en blanco, se puede hablar del escultor, del compositor, del orfebre, del actor, en cuanto que el primero se enfrenta a una pella de barro, el segundo a un instrumento silencioso, el orfebre a simple materia, el actor a un personaje inexistente. Por analogía, ¿podríamos decir que estos artífices sienten “miedo” ante el reto que supone la creación? Pensémoslo… El escritor, sentado cómodamente en su silla, frente a su escritorio, con su pluma favorita, en una habitación acogedora, se siente perdido en la blancura del papel. El escultor, el compositor, el orfebre, el actor, también deben sentirse perdidos ante una realidad informe, pasiva, e inexpresiva que ellos están llamados a metamorfosear en una realidad configurada, activa y expresiva, en definitiva viva. Un manuscrito nunca podrá tener el vigor y la viveza de una escultura, por muy realista y expresiva que la redacción quiera ser. Una escultura esta viva en su inercia. Por supuesto no hablo de su faceta física, sino de su lado mas humano, si se me permite decirlo así. Las características humanas que nos atañen a este respecto son dos: los sentimientos y la expresividad, y creo que estamos de acuerdo en que ninguna de ellas se lleva bien con las palabras. Los sentimientos son experiencias personales que no se comportan de igual manera en todos los seres humanos, por lo tanto es quimérico pretender definirlos; la expresividad es un afortunado don que nos permite incluso comunicarnos sin palabras (recordemos las “conversaciones” que un mimo tiene con su publico). En este punto debo hacer un inciso para alabar a la “niña bonita” de la literatura: la poesía. Tanto los sentimientos como al expresividad de las que antes hablaba tienen cabida en la poesía utilizando como instrumento la palabra, pero no la palabra lingüística, con su significante, su significado y sus reglas, sino la palabra poética, esto es, la palabra evocadora, que no está sujeta a objetividades sino que deambula libremente entre imágenes espirituales, propias del alma humana en su sentido más platónico. Todos podemos experimentar nuestras propias “imágenes espirituales”, pero se nos hace muy difícil transmitirlas a pesar del amplio abanico de posibilidades comunicativas de que disponemos nos hemos puesto limites expresivos confiriendo primacía a la palabra, ya sea escrita o hablada. Imaginemos que vamos de viaje a un país extranjero, pongamos Italia, por mucho que quieran explicarnos como es la Basílica de San Pedro en el Vaticano hasta que no estemos delante de ella no podremos sentirla ni experimentarla, aunque nuestro interlocutor fuera un afanado narrador. A este respecto es muy afortunada la siguiente cita de Leonardo da Vinci: “inscribid en cualquier lugar el nombre de dios y colocad enfrente una persona que lo represente, veréis cual de los dos será más respetado”. Pienso que solo un artista tan grande como él pudo llegar a esta resolución tan evidente y tan ignorada a la vez, aunque a lo largo de nuestra historia universal ha sido una verdad aprovechada y en otros casos temida. Recordemos que la iglesia durante el siglo XVI manejó las imágenes directamente para intentar salvarse del protestantismo imponiendo una iconografía y temática católica alejada de las corrientes reformistas. Mientras, otras culturas presintieron el poder de las imágenes y las rechazaron como ocurrió en el Islam o durante la crisis iconoclasta bizantina.
¿Se podría llegar a la conclusión de que “una imagen vale más que mil palabras? Sigo reflexionando…

2 comentarios:

  1. Ante todo, y ya que me ha tocado el honor de estrenar tu blog como invitado, felicidades. No hay mejor manera de empezar una nueva empresa que hablando del miedo que da hacerlo. Ni más valiente, eso es coger el toro por los cuernos.

    En dos ocasiones, durante un tiempo corto (muy corto, siempre es poco cuando se quiere más) estuve recibiendo clases de pintura. La primera vez, con un grupo de aficionados que se reunían para hablar de pintura, contratar a un o una modelo entre todos, e interpretar una misma realidad desde distintos puntos de vista. La segunda vez, con una pintora más o menos reputada que se dedicaba a acariciar a sus gatos mientras yo pintaba. Con el primer grupo aprendía, más que a delimitar contornos o a mezclar colores, a pensar a la vez distintamente (de mente distinta) sobre una realidad única. En el segundo intento aprendía, más o menos, a pintar cebollas.

    En mis inicios en la pintura, con el grupo de "artistillos", cuando apenas sabía limpiar los pinceles, sentía pavor cada vez que iniciaba una obra. En mi segundo intento académico, años después, con algo más de experiencia, sólo sentía rabia cuando mi obra no era exactamente (¡ni de lejos!) lo que quería expresar. Creo que la diferencia era que, con el grupo, no me enfrentaba a un lienzo en blanco, sino a que pudieran verme a través de él. En este grupo no había maestros, sino críticos (en el buen sentido de la palabra) de la expresión, no de la técnica. Con la pintora, no era yo, sólo cuadros.

    Pienso que lo que aterra al empezar una obra no es el vernos reflejados en ella, sino que los demás puedan vernos, que abran a su través una ventana para entrar en nosotros.

    Me uno a tu reflexión sobre la imagen. En estos tiempos que corren (esto tambien es un topicazo) de la velocidad, el ADSL de 20 megas, y el no tengo tiempo, de los famosos de media hora y de la tele siempre encendida, la inmediatez de una imagen nos ahorra el esfuerzo que supone interpretar el pensamiento o las emociones de alguien a través de sus escritos. Es más fácil "quedarnos" con lo guapo que es Alejandro Sanz o las tetas de Lady Gaga (¿Gaga es por su padre, o por su madre?) que llevarnos media hora releyendo un poema, intentando interpretar el sentido de cada palabra.

    No siempre es fácil. Cuando leemos, la imagen, el sonido, el olor, los ponemos nosotros con nuestras experiencias. Así, el mismo libro no es la misma obra para tí que para mí. Es más, no será la misma obra para mí hoy que dentro de unos años.

    Por último, creo que la verdadera "obra maestra" trasciende del soporte. Cuando visité la Plaza de San Marcos, en Venecia, me puse a llorar como un tonto ante tanta belleza. La misma sensación tuve cuando leí (releí, la primera vez, ni fu ni fa) "Amor constante más allá de la muerte", de Quevedo, por la intensidad del pensamiento.

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  2. Esta reflexión la escribí hace algunos años y desde entonces algo ha cambiado en mí...Mi miedo, queridísimo sevillano, ya no es tanto el verme reflejada en mis escritillos como el no poder hacerlo de otra manera...Siempre he tenido y voy a tener la frustación de no poder expresar realmente lo que quiero expresar, pero lo tengo practicamente superado a fuerza de escribir, reeler y volver a escribir, pero siento que las palabras me limitan.
    He intentado expresarme de otras maneras y sinceramente...me da terror!Tengo todo lo necesario para empezar a pintar: un caballete, otro caballete portátil, lienzos de varios tamaños, pinturas y pinceles, hasta un trapo que ya tiene solera de haber intentado empezar quinientas veces...pero no he tenido el valor de aprender y eso que he tenido la oportunidad...Te admiro sólo por haberlo intentado y porque ya tienes todas las herramientas necesarias, la técnica y la pasional. Porque no puede haber expresión una sin la otra...

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